Bueno, llegó la hora de la verdad. No puedo creer que jamás le di un cierre a esta experiencia. Perdón Dana pero, ¿es posible hacer eso? Lo dudo, ¿no? Lo dudamos, vos (Dana) y yo (Dana).
¿Que me volví loca? No, che, solo que somos dos Danas ahora. Bah, o tal vez más. Es que hay una que se fue, otra que estuvo allá y otra que volvió. Ah, y la que empezó a vivir acá de nuevo.
Pero bueno, ¿por qué complicarla tanto? Vamos con una sola Dana. Estoy segura de que estarán de acuerdo conmigo que con una sola alcanza y sobra.
La porqué no tiene muchas vueltas: mi último mes en Canadá estuvo repletísimo de actividades de todo tipo, y se me hizo imposible encontrar el tiempo y la voluntad de escribir sobre mis últimas vivencias. Desde viajes, hasta encuentros y despedidas. Muchas, muchísimas despedidas. Dolorosísimas despedidas, sí. Pero necesarias también. Supongo.
Me considero un poco dramática, valga la aclaración, pero realmente no puedo poner en palabras lo difícil que es despedirte de todo cuando sos un estudiante de intercambio. Realmente, tenés que despedirte de t o d o. Tu familia, tus amigos. Tu casa, tu escuela. Tu lugar. Tu perro. Tu habitación. Tu ciudad, tu paisaje. Y todos tus aspectos de tu vida allá.
Tal vez por eso, durante estos cuatros meses de estar de vuelta, no pude reunir el valor para escribir una entrada de despedida. Porque son tantas las cosas que tengo que nombrar, que explicar, que compartir. Demasiados sentimientos encontrados. Pensé muchas veces en cómo iba a ser este texto. Lo edité cien mil veces en mi cabeza. Pero nunca lo puse en palabras, hasta ahora. Es difícil, muy complicado, pero acá va.
Primero, quiero hacer una especie de análisis de lo que viví. Innumerables experiencias, todas absolutamente invaluables, y más de una vez, indescriptibles. Mucha alegría y pocas tristezas. Muchas ilusiones. Aprendizaje en cada una de ellas.
Al llegar, a fines de enero, estaba perdidísima (al escribir esto me río, la Dana de ahora se ríe de la Dana de ese entonces – realmente no tenía idea de nada). Tuve, de golpe, apenas llegué, la experiencia de hacer una excursión de tres días (campamento incluido en el medio del Parque Nacional Algonquin) viajando en un trineo tirado por perros. Mágico creo que es la mejor palabra para describirlo. Así, llegada al país hacía apenas 2 días, ya estaba siendo sumergida de lleno en su belleza natural.
Porque belleza es lo que hay en Canadá. Aire purísimo, como el que tenemos acá en Bariloche. Imagínense mi felicidad al vivir en un lugar así. Tuve en muchas ocasiones la oportunidad de perderme en bosques, colinas, nieve, frío, lagos, ríos, calor.. Cataratas. Fogatas al aire libre. Campamentos. Todo eso lo fui experimentando a lo largo de los cinco meses y un poquito más en los que viví allí.
Pero además de belleza natural, Canadá tiene la cualidad de tener belleza social también. Ya hablé de esto en reiteradas ocasiones. No voy a dar un discurso de lo que es vivir en un país del Primer Mundo, voy a darlo acerca de lo que es tener la suerte de poder rodearte de gente maravillosa.
Y voy a comenzar con mi familia anfitriona. Primero: ¡qué horrible es decirles así! Mi familia canadiense, mi segunda familia. Los Verhallen. Les he dado mis agradecimientos miles de veces, pero cada vez recuerdo nuevas razones por las cuales estar agradecida.
Vamos por partes: cuando llegué, estaba muerta de miedoansiedadnerviosetc. Al que nunca vivió algo parecido: imagínate que me encontraba en un país que no conocía en lo más mínimo, entrando en una casa que tampoco conocía, pero sobre todo, a una familia desconocida. Costumbres, reglas, gente, valores.. igualmente desconocidos. Qué locura. (Ahora entiendo la preocupación que tenía mi mamá al decidir dejarme ir. Por suerte para mí, y para la tranquilidad de la mia mamma, me tocó vivir esta experiencia junto a excelentes personas).
Es extraño hablar de ellos porque nadie más que yo los conoce. Y nadie los conoce como los conozco yo. Por más que no haya sido su única estudiante de intercambio, cada experiencia es única e inigualable. Lo que me llevo de ellos también lo es. Su hospitalidad, su solidaridad, su generosidad, su paciencia. Su compromiso. Su forma de vida. Sus valores. Su cariño. Las lecciones que aprendí gracias a ellos.
Es difícil recordar todo esto sin emocionarme. Verdaderamente, uno llega a tener una vida en su país anfitrión. Y la vive tal como cualquiera vive una vida. Y es imposible no apegarse a la gente que lo rodea.
Además de familia, por suerte para mí (nuevamente), me rodeé de amigos. Compañeros de vida, o sea de tiempo y experiencias. Compañeros de recuerdos, más que nada. Gracias a ellos pude vivir el país de una manera distinta. Bien joven y divertida.
Qué tonto que suena, pero que hermoso es tener amigos. No siempre es fácil hacerlos. Era uno de mis grandes miedos a la ida. Pero al estar allá, mi mentalidad se transformó en un gran ‘no tengo nada que perder’. Así llegué a ser muy cercana con muchas personas.
Hablando de mentalidad, la mía cambió varias veces durante mi intercambio (como no podía ser de otra manera, conociéndome). Aunque ahora creo que más de una vez me hubiera servido considerar las cosas desde otro punto de vista, creo que me sirvió para estar en el lugar donde estoy parada frente a la vida el día de hoy. No hubiera llegado ha estar como estoy hoy sin todo esto.
Para resumir mi experiencia, fue una ida y venida constante. Entre idiomas, lugares y mentalidades.
Ahora, mirando hacia atrás, me doy cuenta de que fui con la cabeza llena de expectativas, deseos, miedos e incluso, por qué mentir, prejuicios. Estando allá los armé y desarmé millones de veces, y así llegué a comprender la experiencia, la gente y el país. (Al escribir esto me surge aclarar que -por si no estaban seguros- NO poseo el conocimiento absoluto de nada. Alto, no hace falta ponerse mal por mí, tampoco lo quiero).
Tal vez por eso fue tan difícil decir adiós, y escribir esta entrada. Realmente, ¿a quién se le ocurre? Despedirse así, de tantas cosas. El solo pensar que no sé cuándo voy a volver… El solo pensar que no sé siquiera si voy a volver a ver a algunas personas… El constantemente perderme en recuerdos para luego darme cuenta de que no es allá donde estoy… Es desgastante,.
Es cansador. Volví cansada. Muchas emociones juntas, sobre todo durante esa última semana. Llanto de sobra. Todo lo que no lloré durante mi intercambio (si mal no recuerdo, una sola vez. Y por un golpe), lo lloré esa semana.
Salteándome algunos meses (de lo que hablaré en otra oportunidad), llego al día de hoy. Sigo dándome cuenta de todos lo que aprendí en ese increíble viaje. Y también me doy cuenta de todo lo que aprendí después de él. Combinación de vivir la vida diaria y aplicar las valiosas lecciones que aprendí en ocasiones anteriores.
Hay tres cosas, al menos, me permiten seguir adelante y mantener una buena relación entre mi vida real de ahora y la vida soñada que llevé en Canadá.
Primero, que estaba terriblemente equivocada cuando creía que lo que extrañaba era todo lo que iba a extrañar. En otras palabras, jamás pensé que iba a extrañar tanto. Ahora bien, no es un extrañar común. Puedo escuchar en mi cabeza las palabras que mi hermano Lisandro me dijo hace unos años: «No hay que decir ‘te extraño’, sino ‘nos volveremos a ver'». O algo así. Como que extrañar no sirve de nada. Y sí, así como servir.. no sirve. Ahora bien, he pasado por muchas etapas diferentes de extrañar. Al menos hoy, no extraño como ese sentimiento inútil, con el que no podes hacer nada. Extraño más bien como constantemente deseando que podamos volver a vernos. Y poder devolver todo lo que me dieron, mostrando a lo que toda mi vida llamé ‘hogar’ (mi casa, mi ciudad, la vida argentina). No me vengan con que es lo mismo porque no lo es.
Segundo, y conectando con el primer ‘descubrimiento’, son verdaderas las palabras que mi amiga Bea me repitió (y repite) hasta el cansancio: ‘»No es un ‘adiós’, si no un ‘hasta luego'». ¡Y claro que sí! Está bien, no voy a volver a verme con tooooodos. Eso lo tengo asumido (aunque no me quejaría si pasara). Pero sí creo que lo haré con muchos. ¿Por qué no? Nada me lo impide. Oportunidades sobran. Soy re joven che. Posta. ¿Cómo se me ocurre pensar distinto?
Y tercero, y el más reciente. Hoy en día, se puede estar conectado con una persona que está del otro lado del mundo en tan solo segundos. Gracias a las telecomunicaciones, se puede estar cerca de alguien que está muy lejos. Me he dado cuenta de qué más que estar cerca se puede (telecomunicaciones de por medio o no) ser cercano a alguien que está lejos. Y también, sobre todo hoy en día, se puede estar lejos de alguien que tenemos al frente. Es decir, he confirmado que la distancia es relativa.
Bueno, ahí lo tienen. Lo hice. Junte valor, y lo escribí. Pude.
Ojo, esto no quiere decir que queda todo resuelto. Casi al contrario. Me queda responder una sola pregunta
¿Cambiaría algo? Sí. No. Depende qué implique. Veamos.
Sí, desearía haber sabido algunas cosas de antemano (incluyendo que eventualmente haría calor…). Tal vez así podría haber evitado cometer algunos errores. Porque es cierto: errores cometí. Algunas pequeñas cosas podrían haber salido diferente.
Ahora, eso significa que, tal como dije, algunas cosas podrían haber salido diferente. ¿Qué? No, ni loca. Perdón, pero no. Me quedo con mi experiencia, con errores y todo, porque esos errores hoy son recuerdos, son relatos. Son virtudes, enriquecieron mi aprendizaje.
La respuesta, entonces, es no.
Estoy eternamente agradecida (sí, agradecida para toda la eternidad) a todos lo que hicieron esto posible. Pará, ¿qué es esto? ¿La aceptación de un Oscar? No, perdón. Me refería, por ejemplo, a mis papás. Gracias, por haberme criado de tal forma que hubo algo en mí que tomó la iniciativa. Gracias por haber arriesgado tanto y permitir que vaya. Gracias a mi hermana por su sugerencia. Gracias a mi hermano por instalar la locura del viaje en mí. Gracias a mi familia y amigas que alentaron mi decisión. Gracias a YFU por facilitar las cosas. Gracias a todos los que conocí allá por hacer de esta experiencia una inolvidable. Gracias a todos los que me bancaron y siguen bancando a la vuelta.
pd: No voy a pedir disculpas por la longitud del texto. Lo releí varias veces y realmente todo me parece importante y sumador al relato. Hay algo que deben saber: se me hace imposible hablar poco, contar algo en pocas palabras.. doy detalles, es así.
¡Infinitas gracias por haber leído, ésta y todas las demás notas! Y a todos los que se interesaron, a lo largo del año, por mí y mi experiencia. Si alguna vez quieren hablar del tema, deben saber que estoy constantemente interesada en contar y recontar lo vivido.